jueves, 6 de marzo de 2014

Karlštejn

Karlstejn es un pequeño pueblo de menos de mil habitantes que está a unos 30 Km al suroeste de Praga, y que es famoso sobre todo por su fortaleza.
Nosotros llegamos allí en tren desde Praga, concretamente desde la estación Smichov. El viaje tuvo un poco de aventura, porque esa estación tiene poco que ver con respecto al centro de Praga. Con una apariencia un poco rara, está un poco dejada, y todos los carteles están en checo, lo cual teniendo en cuenta que el conocimiento de inglés a medida que nos vamos alejando de la zona turística de Praga disminuye de forma considerable, pues le da un toque de emoción a la cosa.
Al final conseguimos los billetes para Karsltejn (ida y vuelta para dos persona por 138 coronas checas, menos de 5,5 €). Era un tren bastante moderno llamado Elephant, que hacía el trayecto Praga-Beroun. Y hay que decir que la puntualidad, tanto a la ida como a la vuelta fue admirable. Sale cada 30 minutos y tarda en llegar unos 40.
Nada más dejar la pequeña estación de Karsltejn fuimos a un bar que tiene una bonita terraza de madera. El camarero sabía inglés y era muy amable. Allí nos llamó la atención ver a tres mujeres de unos 70 años, reunidas como hacen en España para charlar tomando algo, sólo que aquí lo que se estaban bebiendo cada una era una enorme jarra de cerveza. Como veis el consumo de cerveza en este país es mayoritario.
Salimos del bar en dirección al pueblo, cruzamos el puente sobre el río Berounka, giramos a la derecha y nos metimos en la calle que lleva al castillo .


Vista del pueblo de Karlstejn desde el castillo

Si llegas en coche, tienes que tener en cuenta que el pueblo es peatonal y tendrás que dejarlo en el parking público que hay al lado del río y del campo de fútbol.
En pleno verano tiene que estar hasta arriba de turistas, pero nosotros fuimos a finales de septiembre de 2012, y se estaba la mar de relajado. La verdad es que después del mogollón de turistas de Praga, fue un descanso que se agradeció.
Al ir cruzando el pueblo, de repente aparece la impresionante imagen del castillo sobre una colina en medio de un frondoso bosque. La estampa es preciosa.

Castillo de Karlstejn visto desde el pueblo

Desde la estación de tren se llega hasta el castillo dando un bonito paseo de unos 20 minutos, aunque en verano también se puede hacer en carruajes de caballos.
Empezó a construirse por orden de Carlos IV en 1348 como residencia de verano y para guardar sus joyas y tesoros. Según dicen al principio la entrada de mujeres al castillo estaba prohibida, pero yo sospecho que era una estrategia del rey para escaquearse de su mujer y andar a sus anchas, je, je.
Los muros y las torres del castillo son impresionantes, destacando sobre todo la Torre Grande.




La entrada al patio es gratuita, y allí se pueden comprar souvenirs y refrescos (por cierto, no aceptan euros). Para visitar el interior del castillo hay tres modalidades distintas de entrada:
Tour 1, se visitan las salas privadas de Carlos IV, no necesita reserva previa salvo que se vaya en grupos superiores a 10 personas. Dura unos 50-60 minutos, Fue la que hicimos nosotros con guía en inglés, y nos costó 270 coronas a cada uno (unos 10,5 €). También había con guía en checo y era algo más barato.
Tour 2, aquí ya se visita la Capilla de la Santa Cruz. Dura de 100 a 110 minutos, las visitas están limitadas a 16 personas por hora y necesita reserva previa.
Tour 3, se visita la Gran Torre sin la Capilla de la Santa Cruz. No se necesita reserva y se admiten 20 personas por grupo.


Patio del Castillo de Karlstejn

Dejo la página oficial del castillo para consultar horarios, precios y para reservar.
La verdad es que la visita al interior del castillo que hicimos nos defraudó, no os puedo enseñar nada porque dentro no se pueden hacer fotos ni vídeos. No sé como será el tour 2, pero lo que vimos estaba casi vacío. Eso sí, el castillo en sí es una maravilla.




Dejamos el castillo y volvimos al pueblo. Muy cerca de la salida hay un museo de cera, pero no entramos a verlo.
Después comimos en una terraza de uno de los muchos restaurantes que hay en la localidad a la vez que nos peleábamos con una avispa muy pesada, y yo diría que acabó ganando ella, porque comió lo que quiso de nuestros platos.
Seguimos bajando por la calle que divide al pueblo en dos, viendo sus casitas que son en su mayoría restaurantes y tiendas de souvenirs. Nos llamó mucho la atención una que estaba repleta de objetos militares de la época de la ocupación rusa (gorros, cascos de todos tipos, escudos,...), si os va el tema ahí tenéis de todo, y lo lleva un hombre que habla muchísimo (chapurreando inglés, español, italiano y por supuesto checo) y una chica muy simpática.




A media tarde volvimos a tomar algo en el bar que está cerca de la estación, ya sin turistas. Toda la gente era ya del pueblo y  nos daba la impresión de estar en la República checa de verdad, parecía más la versión real que lo que se puede ver en Praga.
En la estación el tren apareció exactamente a la hora fijada y nos volvimos a Praga dejando atrás esta corta pero interesante excursión.

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